A menudo las grandes empresas recurren a subterfugios para eludir el espíritu de la LOPD y cumplirla sólo de puntillas

Hace un par de semanas me encontré ante la necesidad de buscar un regalo para una de esas personas que son muy difíciles de regalar, y tanto lo es que hasta tuve que descartar mi «as en la manga», el chocolate, que en cualquiera de sus formas suele triunfar dónde todo lo demás fracasa.

Tras pensar mucho recordé que recientemente esta persona había adquirido un eReader y que aun no lo había estrenado, así que decidí que le regalaría su primer libro en formato digital. Rápidamente entre en Google y busqué el último escrito de una de sus escritoras favoritas, entre los resultados obtuve un enlace para adquirirlo a través del portal de una gran empresa y me dispuse a ello.

El proceso de compra online transcurrió con toda normalidad, fui cumplimentando el formulario de compra con mis datos hasta que finalmente llegué a la casilla en la que hay que marcar que se acepta la política de privacidad y las condiciones de contratación. Dado que formo parte de esa pequeña minoría que acostumbra a leerse tanto la una como la otra, las abrí en nuevas pestañas del navegador y me empapé en ellas.

La picaresca de la empresa no tardó en quedar en evidencia, pues en el texto de la política de privacidad había una serie de discretas casillas que era indispensable marcar si no querías que te enviasen publicidad de todo tipo. Así pues, todos aquellos que omitan el paso de leerse dicha política con cierto detenimiento, ni siquiera sabrán que han tenido la oportunidad de negarse a ser destinatarios de publicidad y estarán aceptando el tratamiento de sus datos.

Una vez marcadas todas las casillas y aceptada la política de privacidad, me surgió una inquietud: ¿Y si por haber abierto el enlace en una nueva pestaña no queda guardada mi elección?. Ante la duda, volví a pinchar el enlace sin elegir la forma en que se abriría el mismo, este lo hizo en una ventana emergente. Efectivamente ninguno de los cambios habían quedado marcados, así pues procedí a negarme al envío de la publicidad una vez más. ¿Picaresca o error informático?.

Finalmente el proceso de compra terminó, pero no mi contacto con la mercantil porque a partir de ese día me empezaron a enviar un correo publicitario diario. ¿Picaresca o error informático?. Sea cual sea la respuesta se trata de una infracción de la LOPD.

Ante la llegada de correo basura, como es la publicidad no deseada, los usuarios reaccionan de una de las siguientes formas:

  1. Lo elimina o lo ignora. 
  2. Lo marca como correo no deseado.
  3. Lo abre y pincha el enlace que te da de baja de la lista de destinatarios de publicidad que ha hecho que  llegue ese correo. Por ley todos los emails de este tipo deben presentar esta posibilidad.
  4. Lo lee.
  5. Ejerce su derecho de cancelación de sus datos y/o denuncia ante la AEPD.

En el caso de que el usuario escoja la primera o cuarta de las opciones, la empresa tendrá la oportunidad de venta presente y futura, porque como mínimo a través de los asuntos de su correos tendrá la posibilidad de impactar sobre el destinatario, el cual en algún momento podrá interesarse por el contenido del mismo.

Si el usuario lo marca como no deseado o se da de baja de la lista no podrá impactar en él pero en apariencia tampoco tendrá perjuicios, salvo una posible pérdida de reputación frente al mismo. Aunque en principio ello no parezca tener mucha repercusión, a la larga si lo tendrá, pues no hay forma más rápida de perder ventas que hacer sentirse a un cliente insatisfecho o incluso «toreado» ya que no sólo no volverá a comprar sino que además dará la peor publicidad de dicha empresa a sus allegados.

Por último, el usuario que denuncie a la AEPD si ocasionará a la empresa que haya incumplido la LOPD perjuicios económicos, tanto por la pérdida de buena reputación, como por los gastos de asesoría jurídica y la sanción que pudiera imponérsele que, como es sabido, puede llegar a ser muy elevada.

Esta forma de actuar para una PYME resultaría del todo insostenible, sin embargo, para las grandes empresas que pueden permitirse el pago de frecuentes multas puede resultar, desde un punto vista económico y nunca reputacional, hasta rentable dada la cantidad de ventas producidas como consecuencia del spam enviado.

Como usuarios, la forma más rápida de luchar contra esta picaresca es adelantarnos a ella, revisar o por lo menos echar un vistazo a la política de privacidad y la letra pequeña, y apostar por aquellas empresas que nos tratan de frente, de forma respetuosa y sin subterfugios de ninguna clase.